Cuando pienso en el liderazgo responsable, me vienen a la mente personas a las que he escuchado en charlas y conferencias. Personas, con experiencia a la hora de dirigir una empresa, personas que de verdad saben lo que significa la plantilla para su organización.
2020, comenzó siendo un año para poner las cartas sobre la mesa y reconocer que el impulso tecnológico serviría para poner el foco aún más en las personas. Poco podíamos imaginar que en pleno mes de abril estaría medio mundo confinado en sus casas, por el COVID-19.
Este triste momento está poniendo a prueba no sólo a la ciudadanía sino a las pequeñas y grandes empresas y a sus líderes. Hay que tomar decisiones rápidas y la mayoría pueden afectar de manera negativa tanto a nuestro negocio como a nuestra plantilla.
Algunas organizaciones, pueden permitirse ofrecer el teletrabajo como alternativa a decisiones más drásticas, y es que trabajar desde casa, era una opción que llevaban reclamando los profesionales.
A todos nos gusta leer que las empresas responsables, las que cuidan de sus empleados más allá de un sueldo digno, son más productivas y su entorno más feliz. Pero vivo en el planeta Tierra y sé que no es fácil implantar este modelo en todas las organizaciones. Que llevará su tiempo cambiar la mentalidad tanto de jefes como de la directiva, la plantilla.
Y si a todos estos elementos añadimos una crisis sanitaria y económica, todo se complica. Como siempre hay dos opciones: rendirse o luchar para que ese proyecto por el que hemos apostado y trabajado, siga en pie. No es una tarea fácil pero, siempre que sea posible, no hay que tirar la toalla.
La justicia social, el mantra de los nuevos líderes responsables
No todas las personas que están al frente de una empresa, desconocen tu realidad. Lo que implica el esfuerzo para llegar a fin de mes, la lucha por ‘ponerse al día’ respecto a las nuevas tecnologías, y eso es sólo un pequeño ejemplo.
Hace un tiempo vi el discurso de Discurso de graduación que Emmanuel Faber, entonces director general del Grupo Danone, pronunció en la Escuela de negocios parisina HEC (Hautes Études Commerciales) en la que estudió en su día, ante los alumnos de la promoción de 2016. Un discurso apropiado para esta situación, donde las personas y las empresas deben ir de la mano, porque nos necesitamos.
Este fragmento es sólo una de tantas joyas que puedes encontrar
“Tendréis que superar tres grandes enfermedades que llegarán con facilidad al estatus que vais a adquirir tras vuestra graduación, amigos míos: el poder, el dinero y la gloria. De la gloria, olvidaos. Es sólo una carrera sin fin que no conduce a ninguna parte. Las listas de famosos están para que la gente busque su propio nombre, pero a nadie le interesa el de los demás.
En cuanto al dinero. Cuando estaba en Banca de Inversión, en las finanzas, ¡conocí tanta gente -y continúo haciéndolo- que son prisioneros del dinero que ganan! ¡Nunca seáis esclavos del dinero! ¡Sed libres! Sea lo que sea en lo que lo ganéis o lo que hagáis con él, ¡sed libres!
En cuanto al poder. Mirad a vuestro alrededor. Veréis mucha gente que tiene poder y que no hace nada más que conservar ese poder; asegurarse para que continúe un día más.
El poder tiene sentido si vuestro liderazgo es un liderazgo de servicio. Y ¿cómo encontrar la forma de alcanzar ese objetivo? Ese objetivo que os hará llegar a ser quienes realmente sois: lo mejor de vosotros, eso que ni siquiera vosotros conocéis.”
No se puede añadir más ante tanta lucidez en este discurso de nueve minutos. ¿A que parece hecho a medida para el contexto en el que nos encontramos?
La plantilla, la pieza fundamental del liderazgo responsable
Cuando hablo de humanizar la empresa, me refiero todo el tiempo a apostar por tu personal. Ahora más que nunca. Tiempos difíciles, tiempos fáciles. ¿Cuándo han sido sencillas las cosas para iniciar o mantener a flote un proyecto? Nunca.
Pero sí hay un nexo común en todos esos proyectos, detrás de todo líder: las personas que convierten en realidad sus sueños. Los que trabajan duro a diario y más que nunca deben ser reconocidos.
Para ello, hay que trabajar la empatía, tener claro que las nuevas tecnologías son una herramienta de ayuda pero nunca la sustitución de una buena idea, de un compromiso firme con la empresa, y para ello, el buen líder debe bajar de vez en cuando de su atril privilegiado y arremangarse las mangas para volver a lo auténtico: hombres y mujeres que son los que mantienen viva la empresa.
Soy una idealista con los pies en el suelo y sé que hay muchos más líderes con estas características de lo que parece. Y seremos testigo de ello durante los próximos meses. Mucho ánimo.
¿Qué opinas?